viernes, 16 de abril de 2010


3

Despertar entre mantos húmedos por el rocío
Un pétalo de flor, haciéndose trampolín…
Un festín, de miradas coloridas.
Un camino, una guarida, donde guardamos los silencios del mundo.

Una respiración suave en el cuello, el mar de cabellos enredándose en mis dedos.
Un sin fin de palacios de caramelo, un crujido de la hoja en el suelo, donde bailamos bajo la luna.


Volar, correr, saltar...Colorear con crayones la hoja en blanco que lleva tu nombre.
Regresar al niño que se ha vuelto hombre, desatar los sentidos, enfurecidos de pasión.

El choque de las moléculas de piel, tus poros de miel, haciendo gritar a las papilas,
Un centenar de besos en fila, esperando llegar a tus labios.

Despiértate dama mía, despiértate.
Has conjuros nocturnos diciendo mi nombre, que volveré a correr por tu piel,
Como se mezclan los ríos.
Tu tacto y mi tacto, el acto en la escena, que nos condena:
A morir dentro del otro
(Eternamente)


4

Encuéntrame, noche

Cuando me encuentre la noche, en su morada brillosa
Fundiré el oro sobre las rocas
Y mojare de vino el suelo fecundo
Labrare las cornisas voluptuosas, que a lo lejos
Son enmudecidas por el viento

Palpitare, tenderé mis sabanas húmedas por el suelo
Caminare, beberé el veneno, para calmar la sed de muerte que tengo
Roerán mi piel, los gusanos del olvido
y sabre que he vivido, así como viven las miradas.

La espada cortando el cuello de la dama,
Ella se desangrara en tonos lilas por los caminos,
Procurara olvidar el sol que acelera la descomposición de su carne
Intentara frenar los astros en su vaivén sin estilo.

Canta junto a mí: ¡OH atardecer antes que te mate la noche!
Desgasta la esfinge que posa sus ojos navíos,
Protege los narcisos marchitos por los que has vivido
Y acuérdate de las sombras, esas que no se han ido.


2
Sin corona

El sigue en su altar, mirado con rostro pálido a sus aduladores,
Que actúan como el metal cuando se corroe,
Dejando rastros de no saber lo que hacen.
Sus manos, posan juntas apuntando al cielo
Irguiéndose frente a los anhelos,
Tendiéndose a la misericordia

Un día de estos arrancaran los clavos
Desarmaran la cruz
Y no tendrás escenario para sorprender a quienes ya no se admiran.
En algún tiempo llegara ese día,
Y estaré bajo las flores, siendo nutriente de la natura.

Porque ya no lo resisto, quítame, quítame por favor las espinas
Has detener la hemorragia,
Que me desboco sin fantasía,
En el nuevo mundo,
Que ya existía.

3

Cincuenta pesos

Por cincuenta pesos todo el mundo puede conocer sus piernas
Ver sus lunares, establecer su ubicación precisa.
Como tentáculos sus piernas de aferran, húmedas, al dinero
Doctor, estudiante, jardinero; todos ellos en comunión al pecado.
Con un instinto sagrado introducen su falo,
En aquel hueco que nadie ha estrenado...
En aquel, donde no habita el goce.

Termina siempre agitada,
Con sus sabanas sucias,
Con su conciencia sucia
Con el acceso en sus manos.
Podrá obtener, aquel objeto urbano,
Que no estaba preparado para ella, ni para las suyas.
Así es como la vejez apabulla,
El reinado, de la estética venta.
Ya no sustenta, a aquellos niños que ríen.

4

Edgar Allan Poe duerme en los adoquines sucios de la vieja Inglaterra,
Mientras yo extiendo mi cuerpo por el verdoso jardín.
El, doliente por la perdida de Leonor,
Yo, yo ya no creo en el amor.

Sobre su tumba arrojare mis flores malsanas
Y seré amigo de la hierba que brota en sus márgenes
Beberé de el vino de antaño brindando en su nombre
¡Edgar Allan Poe, el temible hombre!
¡Edgar Allan Poe, ¿Donde te escondes?!
Ven a mí, en la noche que has llamado plutónica
Ven a mí, con tu extravagante mirada armónica
Y bendice mi pluma
Con la que matare al poeta.
Si es lo que pides.



5

Los libros que protege tienen más años que su joroba
Más paginas que su vida
Más pisadas que su alfombra.
Los libros que protege, alguien los ha leído
Alguien los ha querido, y alguien los ha olvidado.

Apunta con sus gafas de cristal al sol de la mañana
Invita a los niños - conozcan los misterios de este sitio, conozcan los misterios-
Con su lengua teñida de verde mate
Y sus dedos pintados de alquitrán
Ella espera en el desván,
A ver quien lleva algún cuento,


Con una vestimenta algo tradicional se luce,
Recorre los pasillos de la vieja biblioteca
Y las arañas no emiten mueca,
Cuando temblorosa, se siente su pisada.
He aquí doña lengua de espada,
Que da lamidas y deja cicatrices,
Que vive en la sombra como lo hacen las lombrices
Y sale a la luz, a enseñar el día.

6

El caballero llora,
Llueven de sus ojos tristes melodías.
Palpita en su pecho un tambor de cobardía,
Que le impide enfrentar al destino.

Recuerda sus andanzas en el lodo
Sobre su unicornio azabache,
Fue coronado con lirios
Por la princesa noctámbula
Reina de rojos castillos.

El caballero llora,
Se oxida su armadura,
Que ya no es tan dura,
Ahora se asemeja al cartón.

El caballero llora,
Mira en el suelo sus anotaciones húmedas
Y se ríe de si mismo,
Sin mermar el llanto,
Recordando la luna.

7

Del poema a la calle hay una gran diferencia;
El poema trasmite demencia,
La calle, ya no tiene presencia,
Lucen sucia ente los vagabundos solitarios.
El poema es un escenario,
En un teatro abandonado,
Donde viven las arañas, las ratas...
La calle es distinta, luce preciosa a simple vista.
Pero no tiene alma, prostituta sin calma;
A la que se cogen todos.

El poema es lodo
Miel
Infiel
Amoroso.
La calle es oro
Un cartel
Luminoso

El poema y la calle no se pelean
Se hicieron amigos en un recital
Y están organizando un festival
Donde el espectáculo sean las feas
Riéndose de las lindas.
Y halla bebidas de sabor guinda
Para el que brinda, por tal espectáculo.